Scherzo para poeta con ángel


Por Jorge Ariel Madrazo

Publicamos el siguiente texto del poeta y confabulado argentino Jorge Arial Madrazo, nacido en Buenos Aires en 1931, autor de: Orden del día, Espejos y destierros, Cuerpo textual, entre otros títulos.

I.

El poeta sube con visible esfuerzo las escalinatas del estadio, se echa jadeante. Alguien se le acerca y anuncia: “Está Muerto”. El poeta, ahora con dos precarias alas en la espalda, llama a la puerta del burdel. La madama, sorprendida, lo hace pasar. La prostituta que atiende al poeta le hace saber que ella es un ángel y que estaba esperándolo. Más aún: le confiesa que lo ama desde niño y que en aquella época ya lo seducía con métodos angelicales y perversos. Por desgracia, agrega, no podrán amarse, pues él aún permanece en la región ambigua del Limbo. A cambio, arrepentida por esos juegos de infancia, le ofrece devolverlo a una nueva y más pura niñez. El poeta le reclama quedar como está, poeta y entre dos mundos.


II.
Y tal como estabas quedaste, angelando tus alrededores aunque balbuceante aún, con titilar de lamparita a punto de extinguirse pero que resurge luego en un hipido y destella como nunca. Las alas: crecientes y a la vez poco ostentosas. Ella, la prostituta-ángela, te toma de un brazo aleteante. Saben, ambos, que trasponen una frontera inédita. El desencarnamiento no es, al fin, gravoso. Deberás habituarte a los besos de mirra y azafrán.


III.

Conociste a un humano. Gorra sobre los pómulos afilados, la guitarra tañedora de milongas sureras, acaso orientales. Te cayó bien, ese humano ser. Algo había, sin embargo, un desamparo planeando sobre la cena compartida y las copas como una contraseña. Lo habías invitado a esa comida íntima intuyendo una soledad más allá de lo visible. Pocos días después: debo buscarlo, vernos. Y supiste del suicidio. Otra vez, otra vez, otra vez, un gesto a destiempo. Ni como ángel hacés bien los deberes.

  
IV.

Cuando el viento desparramó, brusco, los cabellos de su amada, la ángela-mujer, el humanito-ángel deseó ser el viento. Allí lo descubrió: ser sólo ángel es insuficiente. Faltan las alas principales: las que autorizan la caricia.

          
V.

Ángel hallóse (alado) frente al ventanal. En la casa del hombre que fue, junto a la rueca donde hila dudas el oráculo. Nunca se sintió ángel él, el expatriado del fragor de las esferas. Las alas ángel batía tonto contra el techo; consternóse asexuado (solitario). Hasta que alguien obró el error, la torpe decisión: el ventanal se abrió, bien ancho hacia la noche. Angel hoy vuela en sótanos, pistilos, entrepiernas, ráscase, insulta, tiene novia, va al fútbol, se emborracha, cavila, malhumora.


VI.

Ángel desde entonces enfrenta al destino agazapado y sereno, como un león inocente.


VI.

Hay un problema con el ángel sectario: sólo acepta volar al país donde habitan los recién nacidos. El ángel del poeta es, en cambio, absurdamente democrático.

VII.


Ángel deambula ahora por tabernas maldicentes; recorre hospitales ultramarinos donde, ebrio, da de mamar a la pequeña hija putativa de Makroll el Gaviero; detiene el tráfico, imperativo, convoca a huelga general en nombre del caballo al que la humanidad azotó y cuyo cuello e ijares sangrantes Nietzsche supo abrazar, llorando sin consuelo y quedó ya mudo y la razón nunca le fue devuelta. Y Nietzsche aulló: “Soy un bobo, un bobo, Madre”, y Ángel acarició sus bigotes goteantes del maná de la locura. Ángel sabe sin debates estériles que él, Lo Ángel, es el testigo del mundo desquiciado, el Angelus Novus de Klee y de Walter Benjamin, el mensajero de un Tiempo sin tiempo, el que da cuerda a relojes translúcidos. Ángel de la Poesía que, derrochando ron por las orejas, asusta al lector y sienta a la Belleza, como una bella Muerte, en sus rodillas.