El olor de los caballos - Cuento


Por Frank Dimas*

Del libro Los cerdos andan volando

Sintió otra vez el olor de los caballos y se detuvo.
­–Aún nos persiguen –dijo–. Tenemos que apurarnos –sugirió a su marido y prosiguió su paso.
–Claro, claro –asintió el hombre, con una voz enfermiza y ronca mientras retomaba lentamente el camino.
En dos horas comenzaría el juicio.
Después que atravesaron un valle angosto entre montañas, volvió a sentir el olor de los caballos, ahora rancio, rechinante; el olor de la pólvora de los últimos disparos le llegó como el metal en el crisol del  fuego.
–Los tenemos demasiado cerca, nos esperan en la ribera del río –dijo deteniéndose–. Sus caballos andan exhaustos, la fetidez de sus belfos espumosos es tan evidente como la saliva de mi paladar.
Alcanzaron las montañas. Al rato él se quebró, no podía más.
Ella intentó levantarlo,  pero volvió a sentir el olor de los caballos.
           
*Poeta, narrador y crítico cubano