Del canto al Desencanto

Entrevista al cantautor Juan Carlos Arboleda

Conversación con el compositor, escritor y jurista Juan Carlos Arboleda, sobre el disco Textura urbana, que fue compuesto en alianza con el violinista y arreglista Radamés Gámez



TEMAS del ALBUM
“Encuentro de dos mundos” (Radamés Gámez)
“Lamento urbano” (Juan Carlos Arboleda)
“Andrógino” (Juan Carlos Arboleda)
“Cosa buena” (Radamés Gámez)
“Navega corazón” (Radamés Gámez)
“Bolero fugaz” (Juan Carlos Arboleda)
“Juanita” (Radamés Gámez)
Orilla de carne” (Gonzalo Márquez Cristo/ Juan Carlos Arboleda)
“Virginia” (Radamés Gámez)
“Vértigo único” (Juan Carlos Arboleda)
“Caño cristales” (Juan Carlos Arboleda / Radamés Gámez)

Siguiendo este enlace se puede ver el video de Textura urbana


Cuando aparece un álbum distante de las frívolas formas comerciales es inevitable recordar a los juglares y trovadores tan perseguidos en el reino de la postmodernidad…
Evoco a dos grandes: Moustaki y Brassens. Es claro que de escritores como Pascal, Montaigne, Víctor Hugo, Proust, Baudelaire, Rimbaud y Verlaine, por citar los más renombrados, tengo mucha influencia estética y filosófica, existencial. Pero en principio, ¿qué es un trovador? ¿Dónde nació tan universal personaje que vino a ser un Arcano Mayor del Tarot? (el Loco). Es importante esclarecer su simbología que partió y se perfeccionó en la Edad Media. El personaje como tal, es un artista que ejercita la música y la poesía entreveradas con su guitarra (que en dichas épocas era el laúd)  y que en su signo inquietante denota devenir, risa, amor, ensueño, locura y verdad, o mejor, alude a la locura que dice la verdad. El juglar es la inconciencia del rey, o mejor, su contraconciencia, la contrapartida y la negación del poder, de lo instituido, de lo rígido. Es la nostalgia del nomadismo, de la impermanencia. Haría parte del inconsciente remitiéndonos a través del arte, a nuestro ser instintivo, pulsional. El juglar sintetiza un equilibrio entre Eros y cultura mediante la poesía y la música.
Nietzsche se inspiró en dicha figura al escribir La Gaya Ciencia, “ciencia” de la alegría, de la levedad. De la seriedad del dis-curso pasamos a la risa del trans-curso. Ahora bien, cuando comencé mi trabajo de musicalización de poemas, el grupo se llamaba “Tiempo Recuperado” en clara referencia a Marcel Proust con su obra En busca del tiempo perdido,así como a Mircea Eliade con su ensayo “El mito del eterno retorno”.
La poesía y la música son un “volver” al tiempo de los orígenes, a la gran inocencia creadora, al mito. De hecho el mito es el hijo mayor de la poesía. Digamos entonces que mi “padre espiritual”, en referencia al género que estamos hablando, fue Joan Manuel Serrat. Su trabajo sobre los poetas Antonio Machado y Miguel Hernández iluminó lo que yo quería hacer. Luego conocí a Paco Ibáñez que iba en la misma onda. Después vinieron cantautores como Violeta Parra, Mercedes Sosa, Vinicius de Moraes, Toquinho, Chico Buarque, Luis Eduardo Aute, Joaquín Sabina, Víctor Manuel y Ana Belén, el son cubano, el bolero, la Nueva Trova Cubana, Cat Stevens, Bob Dylan, Janis Joplin y otros más.
Dicha proposición musical era referida al juglar, al trovador, esto es, un cantautor que escribe y compone sus propios temas y que los pone en escena con su guitarra. Es claro que dicha “puesta en escena” ha permitido la incorporación de otros instrumentos y de la orquesta; pero en principio, en las tabernas donde nació y evolucionó dicho género, los protagonistas fueron solo el cantautor con su guitarra.

Trabajar con letras complejas en un tiempo que privilegia lo fácil, ¿no es un riesgo vital?
Lo de musicalizar poemas comenzó hacia los veinte años y ha sido una constante a través de toda mi vida. Las dificultades, en mi caso particular, se dieron por la imposibilidad de mantenerme sólo de la música, por lo cual, me “arrendaba” en “oficios burocráticos”, esto es, el sello inclemente, el laberinto de papeles a lo Kafka, la leguleyada trapera etc. Así mismo, la difusión ha sido difícil, mucho más ahora, pues dicho género “no es comercial”. Con esta expresión te dan el portazo en las narices.

¿Y cómo elude la soledad o la incomprensión inherente al hecho de componer piezas poéticas en un mundo desechable?
Lo que acaba de decir es tremendo. Renunciamos a lo útil y su contrapartida, lo desechable, para arribar a lo inútil, a lo esencial, a nuestra soledad primigenia. El arte, la belleza profunda, es inútil. Éste concepto kantiano al valorar lo bello por su “desinterés”, se ha perdido por completo. Y sí, digamos que la soledad ha sido mi más fiel compañera junto con María Claudia Roa (no entiendo cómo ellas no se han aburrido conmigo, porque yo ya estoy muy aburrido conmigo mismo). Pero tomando un concepto de Martin Heidegger, el juglar de la post-modernidad es el “trovador-ahí” (Dasein), o mejor, el “trovador-puesto-ahí”, el “trovador-arrojado-ahí”, sin justificación ni destino, esto es, dentro de la connotación sintética que evoca el filósofo como una enorme limitación + una enorme fatalidad + una enorme absurdidad + una enorme injusticia. El arte (hablo de mi caso) no ha sido una elección; hace parte de mi fatalidad.
Pero esa es la condición no sólo de los “juglares post-modernos”, sino de cualquier artista que aspire a decir algo y que invite a pensar.
Es claro que ahora ejerzo el nihilismo pasivo no transvalorativo dominado por la más absoluta inercia, abulia y pasotismo descarado. Digamos que siguiendo a Cioran y a Anaximandro, estoy pagando la osadía de crear, de hacer. Todo nacimiento es una injusticia y tarde que temprano deberá comparecer ante el tribunal del vacío, del caos infinito. Todo lo que nace merece morir. No se puede salir impune al haber tentado a la abulia original. La pereza goza de un absoluto crédito divino.

¿Cuáles autores ha musicalizado?
He trabajado temas de la autoría de León De Greiff, Porfirio Barba Jacob, Nicolás Guillén, Mario Benedetti, Fernando Linero, Liliana Cadavid, Amparo Osorio, José Luis Díaz Granados, Hernando Socarrás, Juan Manuel Roca y Gonzalo Márquez Cristo, entre otros. Actualmente compongo mis propias canciones en texto y música.

Textura urbana es un disco secreto, que se canta en bares exóticos y en casas de amigos de reconocido delirio… ¿Esta marginalidad enriquece su arte?

La experiencia de Textura urbana junto con Radamés Gámez (músico de la filarmónica de Bogotá, compositor y arreglista) ha sido lúdicamente maravillosa ya que con él se produjo el primer disco (Encuentro de dos mundos). Así mismo, el vínculo entre los dos como compositores es incomparable. Ahora bien, desde el punto de vista de la difusión, ha sido la “grandeza” y la “belleza” del fracaso; de hecho ya estamos muy acostumbrados y no queremos salir de ello. Hacemos un arte autista e introvertido que reposa en sí-mismo y para-sí-mismo, esto es, una creación inoficiosa para nada y para nadie. Del canto, hemos pasado al des-encanto.