Las herencias esenciales


APUNTES SOBRE LA POESÍA DE ADALBER SALAS HERNÁNDEZ

Por Camila Charry Noriega

La noche, la intemperie del cuerpo bajo los signos inciertos de la vida, la tenacidad de la muerte que todo se lleva menos la palabra, rondan la poesía del venezolano Adalber Salas Hernández. La sílaba se hace a la boca creando la realidad del que habla para que el mundo exista. En sus poemas se entienden la ausencia, la orfandad y la consciencia del cuerpo, materia cierta y frágil, como evidencias de la torpeza con que el tiempo a veces nos retiene. Hay una necesidad en sus palabras de salvarse de lo uno y convocar la pluralidad desde el desarraigo; nombrar la vida y lo que pesa desde una aparente distancia para restablecer el orden y crear la imagen que lleve nuevamente a la luz. Su libro “Extranjero” nos deja ver esto, y en él hay, por lo mismo, un acto de reconciliación y una lucha por volver al hogar que no es otro que el yo atravesado por el lenguaje.
En su segundo libro “Heredar la tierra”, el cuerpo que transita la ciudad se sabe la voz única que no alcanza a nombrar el mundo y que padece la sed y la impotencia de todo hombre que desea alcanzar lo verdadero. Hay una fuerza en la palabra que doblega la voluntad pero desde la calma y esto la hace triste, pues esa voz sospecha que lo que realmente duele, existe y arde innombrable. La belleza de estos poemas está precisamente en que encuentra esos rincones donde crece la vida sin promesa y sabe que aun así, ese padecer la tierra, heredarla desde la desesperanza, puede ser el más afortunado de los hallazgos y la única manera de sentirse humanos y aceptar con serenidad lo incomprensible.
Su poesía es esa búsqueda eterna por dar algún sentido, si acaso se puede, a lo que sin remedio se aleja y cicatriza sobre otra cicatriz haciéndonos, paradójicamente, más vulnerables a próximas heridas, pero más capaces de mirar lo que llega con fiereza y desde esa extraña confirmación de que la palabra a veces también salva y puede ser la verdadera tierra, aunque nos contemplemos en ella extranjeros. Entendernos visiones de un espejo roto que busca la fisura inicial para devolvernos la imagen completa de lo que hemos sido no es lo que busca Adalber Salas, su poesía, en cambio, intuye que la posibilidad y la potencia de su voz surgen es de esas fracturas y de una memoria que como el cuerpo, nace y se transforma antes de volver a ser materia habitada por un alfabeto ajeno a las palabras del ahora, del acá.
Aquí dos poemas del venezolano Adalber Salas Hernández:


Del libro “Extranjero” (2012).

No era yo de esta tierra
no era mío su cielo
ese espejo hundido en sí mismo
 que aguarda el instante de romperse

ni me pertenecía su deseo
 hora insepulta arcilla doliente
con su gramática de soles

ni tampoco su ley
que decreta precipicio bajo el sueño

no
yo llegué aquí
el día que empecé a pronunciar mi cuerpo


Del libro “Heredar la tierra” (2013), Colección Los Conjurados

I.

Por haber sucumbido
a la oscura tentación
de nacer,
por haber comido de este
pan árido,
encenizado,
por haber asentido
y entregado la frente
para recibir la saliva lustral
del tiempo,
por todo ello
estás aquí,
pisando esta tierra que siempre
te será infiel,
habitando su noche
sin párpados,
con tu desnudez balbuciente,
la misma desnudez
que sostiene el día
cuando se entrega
sin más
descubriendo el miedo ágrafo

de tener un rostro.