León De Greiff, El Juglar Aristo-Ácrata


León de Greiff en casa del poeta José Luis Díaz-Granados (Bogotá, junio de 1969).

Por José Luis Díaz-Granados

El "caso" literario del colombiano León de Greiff es el de un genuino recurso natural no renovable, dadas las condiciones de su rebeldía insular y de su lenguaje poético único e irrepetible.
Nacido en Medellín el 22 de julio de 1895, León Luis Bogislao von Greiff Haeusler era descendiente de  suecos ---"vikingos oteantes"---, polacos y alemanes, pero encarnó como ninguno el espíritu de su Antioquia raizal, llegándose a convertir en un eskalde de sus caminos y mesones y en un juglar moderno de sus gentes y cuitas.
De Greiff fue a lo largo de sus ochenta y un años de existencia el "alter ego" de una docena de poetas y vagabundos medievales transplantados al siglo XX, con los cuales se paseó por un cosmos épico-lírico lleno de aventuras de viajes y amores, cantadas a través de un lenguaje poblado de arcaísmos, neologismos, giros y modismos inesperados, claves y charadas particulares y en ocasiones intraducibles. Ellos fueron, entre otros: Leo Le Gris, el Nictalopio, Sergio Stepanovich Stepansky, Miguel Zuláibar, Beremundo el Lelo, Matías Aldecoa, Ramón Antigua, Sir-El-Oel, El Juglar Ebrio y Alipio Falopio, de quienes dio fe el poeta cubano Luis Suardíaz en un enjundioso estudio sobre el vate antioqueño publicado hace pocos años en Colombia.
Hijo del senador liberal Luis de Greiff, el precoz poeta fue expulsado de la Escuela de Minas de Medellín donde cursaba estudios de ingeniería, por lo que se trasladó a Bogotá en 1914. En la capital colombiana se desempeñó como secretario privado del caudillo revolucionario Rafael Uribe Uribe, quien a los pocos días cayera asesinado en el pórtico del Capitolio Nacional.
Al año siguiente fundó De Greiff la revista "Panida", en la cual colaboraron promisorios poetas y artistas de la Montaña antioqueña. Durante largos años, León de Greiff trabajó como estadígrafo y contabilista, primero en el Banco Central, luego en el Ferrocarril de Occidente, en Bolombolo ---Oh, país del sol sonoro!---, en la Dirección de Caminos de Antioquia y en la Contraloría General de la República. En 1945 fue jefe de Becas de la Dirección de Extensión Cultural del Ministerio de Educación. Ese mismo año viajó por primera vez fuera del país, a México, en busca de las cenizas de Porfirio Barba-Jacob y también, por primera vez, vio el océano, que tanto había idealizado en su famosa "Balada del mar no visto".
Durante muchos años el poeta alternó su labor de oficinista con la elaboración constante y prolífica de sus enrevesados poemas al igual que con su inseparable vida bohemia en los cafés bogotanos donde daba rienda suelta a su afición por la nicotina y el aguardiente, el café negro y  los crucigramas, y más tarde en su casa, por el juego de ajedrez, el exigente gusto musical y la afición por el futbol, las novelas policiacas y la reconstrucción de las batallas napoleónicas.
En 1925, siendo integrante de la Generación de Los Nuevos, junto a Jorge Zalamea, Alberto Lleras Camargo, Luis Vidales, Juan Lozano y Lozano, José Umaña Bernal, Jorge Eliécer Gaitán y Silvio Villegas, publicó su primer libro, Tergiversaciones, en el cual implantó para siempre esa "nueva arquitectura de palabras", que lo consagró como uno de los grandes recreadores del idioma poético.
No fue fácil, sin embargo, el reconocimiento a la trayectoria de De Greiff. Sus poemas sibilinos y mordaces, llenos de búhos estáticos, pingüinos peripatéticos y lúbricas zambras, fueron objeto de burlas y sarcasmos por la opinión conservadora de su país, especialmente por parte del líder ultramontano Laureano Gómez, el mismo que también había tenido un sonado affaire con Pablo Neruda en 1943 durante la primera visita del chileno a Colombia.
Después de publicar Libro de signos (1930), Variaciones alrededor de nada (1936), Prosas de Gaspar (1937), la Editorial Cultura de Bogotá lanzó su Antología poética, 1914-1937, prologada por el escritor e ideólogo socialista Antonio García, libros que llamaron la atención del público lector. Los colombianos no tardaron en familiarizarse con la hermosura de la poesía greiffiana y a todo lo largo y ancho del país las gentes comenzaron a recitar en voz alta sus versos más populares:
"Esta rosa fue testigo / de ese que si amor no fue, / ninguno otro amor sería / de cuando te diste mía. /El día ya no lo sé. / Sí lo sé, mas no lo digo. / Esta rosa fue testigo"... Y estos otros: "Juego mi vida, / cambio mi vida, / de todos modos / la llevo perdida...".
De Greiff fue siempre, por temperamento y convicción, un hombre de izquierda. En uno de sus primeros poemas expresaba: "Lenin el Rojo porta la enseña por más que gruña la histriona hez". Alguna vez le pregunté por su posición política y él me respondió con humor: "Soy aristo-ácrata". Y hasta su muerte, acaecida en Bogotá el 11 de julio de 1976, fue un entusiasta defensor de la Revolución Cubana. En 1968 había sido jurado de poesía del Premio "Casa de las Américas" ---cuya editorial publicó una antología poética suya---, junto con Fayad Jamís, Juvencio Valle, Jorge Enrique Adoum y Claribel Alegría.
De Greiff relató a este cronista que cuando su hijo Boris, reconocido Maestro Internacional de Ajedrez, intervinó en una simultánea en La Habana a principios de la década de los sesenta, el Che le  había contado que durante su estancia juvenil en Bogotá, atraído por el mito greiffiano, se había acercado al Café "Automático" y le había pedido un autógrafo al  ya célebre poeta de boina, chivera y alta pipa.
En 1960 se publicaron sus Obras completas, con prólogo de su entrañable amigo Jorge Zalamea. Por esos años estuvo desempeñando un cargo diplomático en su Suecia ancestral y posteriormente realizó muchos viajes a la Unión Soviética, la República Popular China y los países socialistas de Europa del Este. El poeta de la "Canción de Rosa del Cauca" se convirtió en un viajero innumerable que ahora recorría los siete mares del mundo, donde antes andaba solo "sin brújula en la bitácora", pues "bitácora non había" y "soplando mi chirimía / una vez usé la vía / que va de Aguadas a Pácora. / Sin brújula en la bitácora". Brújula y bitácora que nos han conducido siempre a la poesía mayor de Colombia.