El desastroso homenaje a Gabriel García Márquez


Por Carlos Fajardo Fajardo

Amigos y amigas, en el acto horroroso, politiquero, demagógico, oportunista, confesional, decimonónico, que el presidente Juan Manuel Santos y su Ministra de Cultura rindieron como homenaje en la Catedral Primada de Bogotá a Gabriel García Márquez, se pudo ver claro el mensaje que la clase dominante quiso dirigir al pueblo colombiano: oficializar e institucionalizar a Gabo, convertirlo en un  exponente de esa cultura conservadora clerical que él tanto atacó y rechazó en sus libros.
Volver a García Márquez un trampolín no solo reeleccionista, sino una figura católica, tradicional, con valores nacionalistas de lengua, religión, raza, moral, costumbres y centralismo bogotano, es una canallada, un golpe bajo a la intelectualidad crítica y creativa de este país, un caso patético de la godorriacultural que actualmente padecemos. Qué irrespeto a la conciencia libertaria; qué imposición de ideas y políticas retardatarias. En el famoso homenaje a nuestro Nobel se encontraban los más altos representantes de las jerarquías religiosas, militares, políticas y económicas de nuestro querido y duro país.  ¡Y fue en la Catedral Primada!, como si todos en Colombia fuéramos católicos. ¿Dónde está el respeto a nuestra multiculturalidad y a la libertad de cultos consignados en la Constitución del 91? ¿Dónde la posibilidad de construir un país realmente democrático, moderno, laico, plural?
De modo que seguimos en los tiempos de la Regeneración decimonónica; es decir, en el oscurantismo histórico que ha envuelto durante casi siglo y medio a Colombia, semejante al país de finales del siglo XIX, donde prosperaban censuras, hogueras, cadalsos, fanatismos, conventos, asesinatos, sombras y más sombras. Al decir de Vargas Vila, una “República tísica rodeada de bayonetas”, levantada con un pie en el ejército y otro en el clero, con la prensa y la opinión manipuladas, con “un tirano sin grandeza, déspota sin gloria”.  Un país, que en palabras de Fernando González, el filósofo de Otraparte, “le tiene miedo al diablo”.
La Regeneración de la República Conservadora, hispano-católica de 1880, produjo estos y otros despotismos demagógicos, oligarcas y racistas. Excluyó de toda posibilidad democrática al pueblo analfabeta, pobre, hambriento. La Regeneración y la constitución del 86, que concentró el poder en un centralismo capitalino y en el clero fanático doctrinario, según Vargas Vila, creó “criminales sin responsabilidad, una monarquía disfrazada, la imprenta muda, nada de instrucción, nada de trabajo, nada de luz, retrocediendo casi a un estado primitivo”. Las coincidencias son inmensas con la Colombia de hoy. El dogma, el destierro de todo debate de ideas, la invisibilidad de los intelectuales a contracorriente, los predicadores políticos de aldea, la retórica bárbara de los medios y de los periodistas analfabetas, la negación al contradictor desde la academia, la oficialización del escritor incómodo y disidente, es nuestro sino contemporáneo.
Este fue, y todavía lo es, el país, cuya clase gobernante abraza ahora a Gabo y lo convierte en su más querido representante. ¡Horror de los horrores!