Fría puntualidad - Cuento



Por Felipe Moreno Perdomo

Felipe Moreno Perdomo nació en Bogotá (Cundinamarca) en 1983. Realizó estudios de Licenciatura en Lenguas Modernas en la Universidad de La Salle. Adelantó estudios de Maestría en Literatura Francesa siglo XVI en la Université de Rouen. Actualmente es docente en la Universidad De La Salle y en Liceo Hermano Miguel La Salle en lengua y literatura francesa. Aquí uno de sus cuentos.

El acero brillante se hallaba ante un círculo blanco. Sus superficies y materias se encontraban pulidas y cerca del halo nocturno. El ojo de luz allá arriba, el aliento inquieto aquí abajo. Las gotas congeladas de agua se cernían alrededor de su vertiginoso arsenal. Todas las manos temblaban. Lúcida excepción para ella; la vetusta, quien segundos antes había ejercido su bostezo púrpura. Nada fue audible y nada existió. Otra, cercana y joven, aún respiraba mientras las hojas secas empezaban a caer; en lo que fuera, por cierto, un olvido más del universo. La antigua desenvolvió el papel lechoso y pudo leer con dificultad la dirección que allí se encontraba. Su bolsillo quizás aullaba la ausencia empolvada de lo que guardó en secreto. Los cabellos de la joven ya estaban listos, sus manos asieron el brazo del cirujano. Manchas rosáceas evidenció aquel experto del juego entre el sueño y la razón. Cada latir del reloj sincronizaba con la marcha lenta y firme de aquella dama, la innombrable. Los ojos mortales opacaban sus propias cuencas sin estrellas hasta cerrar otro círculo más. Las puertas del hospital parecían muros y como muros callaban. Cementerios vitalicios y orgánicos. Bancos de una posteridad absorta y abnegada del dolor. Sin embargo, dentro de todo este ambiente, la marchita entró puntual. Los ojos percataron todo y todo quedo allí, consumido. La inmoral, la vil, la procaz, ella; la milenaria en corrupción vital deslizó su filo lentamente bajo la lámina del bisturí del cirujano. Últimas caricias para la joven que allí yacía. Ejercidas profusamente por la que siempre vino, viene y vendrá. Una línea verde horizontal gritó allí. La vida nunca fue la misma desde que su hermana gemela dejó podrir su corazón por ciertas sumas, cuyos resultados debitaba del vientre húmedo de su parentela.