Los Cuadernos Negros de Heidegger

Martin Heidegger

Por José Chalarca

La revista Semana en su edición 1.654 publica una nota alrededor de las supuestas preferencias del gran filósofo alemán por el creador del nazismo Adolf Hitler que me parece mal intencionada y con débil sustentación.
El artículo se produjo con motivo del anuncio de la próxima publicación de la obra completa de Heidgger, concretamente a la sección titulada Cuadernos negros, que por voluntad del filósofo, quien jamás los entregó al público lector mientras vivió, se  imprimen al final de la publicación postrera de su obra íntegra.
De esta decisión del filósofo se puede colegir, primero, su posición frente a un fenómeno que vio gestar y crecer dentro de una sociedad y una época en que las cosas entre el pueblo judío de la diáspora y las naciones donde moraban, eran tirantes en razón a que los judíos eran hábiles y exitosos banqueros y sabían manejar y sacar el mejor beneficio de su negocio. Circunstancia que no ha cambiado mucho para los días del presente cuando también los banqueros son los dueños del mundo con un poder tal que en un determinado momento de la reciente actualidad, sintieron amenaza de crisis y pusieron a todo el mundo a pagar más impuestos para salvarlos de la quiebra; con lo que nació entre nosotros, los colombianos, el malhadado 4 por mil, que no da trazas de desaparecer.
En segundo término el hecho de que Heidegger los hubiera conservado y no hubiera recurrido a ningún medio para ocultarlos o destruirlos, habla de su recta intención, de su sinceridad y de su total inocencia, a causa de que en cualquier momento pudieran utilizarse en su contra o quitarle interés a su obra filosófica y literaria.
Tampoco sería justo ni verdadero decir que todo el pueblo alemán y austriaco que vivió bajo las enseñas de Hitler participaba de su pensamiento, de sus querencias y sus odios, comulgaba con el Nacionalsocialismo y hacía parte de la furia nazi para desaparecer de la faz de la tierra hasta el último judío.
Nada de lo que digan y contengan esas notas de los Cuadernos negros servirán por sí mismas así las manipulen quienes no simpaticen con el filósofo que fue capaz de escribir un libro tan bello y profundo como Sendas perdidas, obra maestra de la filosofía de todos los tiempos, y otras piezas cumbres como Introducción a la metafísica, Ser y tiempo, o una biografía tan inteligente y develadora como la que escribió Heidegger de su genial coterráneo Federico Nietzsche.
 Al contrario esta mala voluntad y reacción negativa inconsulta, hace que la figura de Heidegger se proyecte en el tiempo y el espacio con mayor energía y como vehículo pletórico de ideas, de visiones y nuevas posibilidades para el desarrollo del pensamiento, en un momento en el que poco se piensa y nada se proyecta, y la población joven sólo busca instrumentos y juegos que le ayuden a eludir la realidad y les permita mantenerse siempre en un mundo ilusorio que sólo apunta a la satisfacción inmediata y abundante de los apetitos más elementales de la condición humana.
No faltará quien se atreva a decir que las supuestas simpatías de Heidegger por el pensamiento y la obra del autor de Mi lucha invalidan o falsean su inapreciable producción filosófica, lo que sería como decir que la maravillosa producción fotográfica que Leni Riefenstahl logró hacer con los Juegos Olímpicos de Berlín celebrados bajo el mandato nazi, no tiene ningún valor dada la abierta simpatía de la fotógrafa por Hitler.
Para cerrar cualquier brecha que los malquerientes de Heidegger quieran aprovechar para entrar a saco en su memoria, estos conceptos de Franco Volpi, traductor de Ser y tiempo al italiano y uno de los más grandes conocedores de su obra en entrevista concedida a Gonzalo Márquez Cristo en 2008, publicada en Grandes entrevistas de Común Presencia:
"—Usted es uno de los más reconocidos especialistas en Heidegger. Ha traducido al italiano Ser y tiempo y los difíciles Aportes a la filosofía. ¿Cómo puede explicar la vinculación del mayor filósofo del siglo XX con el nacional-socialismo?
—Heidegger ha sido el más grande pensador alemán contemporáneo, y el nacional-socialismo el más trágico totalitarismo del siglo XX. Ese es el problema. ¿Por qué razón una inteligencia tan aguda apoyó una ideología tan bárbara? La coincidencia manifiesta un absurdo incomprensible y el obstinado silencio del maestro teutónico después de la Guerra resulta aún más problemático. Otra vez: ¿cómo pudo el nacional-socialismo atraer en el remolino demónico de su poder a una mente tan sutil? ¿Y por qué Heidegger hizo espacio en sus discursos a conceptos como «pueblo» y «raza»?
Es que a veces los pensamientos abstractos de los filósofos tienen roce con asuntos peligrosos, y se posan donde no deberían. El caso Heidegger es un ejemplo evidente de la complicada boda mística entre filosofía y política. Heidegger pretendió en aquellos turbulentos años ilustrar a Alemania y cultivó la ilusión de llevar la filosofía en el corazón mismo del poder, pero obtuvo lo inverso.

Sin embargo, como dijo Leo Strauss, filósofo de la política, judío emigrado a los Estados Unidos: «Here is the great trouble: the only great thinker in our time is Heidegger» (El verdadero problema es que Heidegger es el único gran pensador de nuestro tiempo). Quiere decir que la filosofía contemporánea está en una gran miseria política. Y que por eso debemos plantear la cuestión: ¿cómo es posible, hoy, reconciliar filosofía y política después de que «el único gran pensador de nuestro tiempo» las disoció tan traumáticamente?”