Tríptico de la U

CUENTO



Por Pedro Baquero*

I. Zoológica
El profesor Carrión apretó los labios y buscó en la multitud anónima de la clase el origen exacto de la voz. La mirada severa auscultó los rostros de los estudiantes y cortó de un tajo la carcajada refleja que produjo la audaz impertinencia del transgresor. Nadie parecía culpable; pero los tresanimales taimados, cerdosos, dementes, acomodados contra la ventana le provocaron la inevitable crisis de ira y desprecio que le llenaba de sangre la garganta cuando se sentía provocado. Tenía que domar las bestias. Las hienas son los únicos animales que se ríen de su condición de comemierdas, de su vocación de carroñeros… pero hoy no vine a hablar de coprofagia. Nadie se dio por aludido. Las hienas no entienden el lenguaje de los hombres. Retomó su exposición, elevó la mirada hasta la altura de sus teorías, como un látigo subió el tono de la voz sin fijarse en los carroñeros despreciables, hasta que las risotadas hambrientas lo sacaron de su ensimismamiento discursivo. Bajó la mirada al auditorio infame; pero era demasiado tarde, sólo vio los dientes filosos de las bestias antes de perder el valor, la lucidez, la conciencia, y las tripas.


II. Didáctica

No entiendo, profesor, no me resulta claro.
Muy simple. Dijo, casi en silencio. Es tal y como lo acabo de exponer. Ni más, ni menos.


III. Casuística
Se había batido en duelo consigo mismo. No habría lugar para las veleidades; menos aún si desbocaban los instintos. Había resistido los embates de la provocación y, en adelante, todo sería distancia, autoridad, equilibrio. No sólo por su propia imagen venerable de maestro; sino por la templanza de carácter, su impenetrable adarga; se pondría a salvo de los estropicios del deseo. En adelante podría mirar sin mirarla, escuchar sin escucharla y nunca, jamás, imaginarla. Ella no rompería más los broqueles, no azuzaría más los atavismos primitivos; a pesar de sus caderas pendencieras, a pesar de su boca ineludible, a pesar de su belleza aterradora.
La mantendría en su sitio de niña venida a más, indistinta como la multitud, remota al interés de los sentidos; sobre todo a partir de este instante en el que constataba su desnudez desesperada tendido junto a ella, la inefable, la impredecible; sobre todo ahora que se sabía feliz y atolondrado y que sentía una vergüenza inútil y que extrañamente, contra todas las lógicas, comprobaba que también él tenía veinte años.



*Narrador y ensayista colombiano