Valentina Sánchez Barragán (Bogotá, 1993), es estudiante de IX semestre de Licenciatura en Humanidades y Lengua Castellana de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas e integrante del semillero de investigación Poetikós: Estética y Poética Literaria. Aquí tres poemas de su libro inédito El don de eludir.
AL MARGEN DE LOS HUSOS
Eres poeta, al fin y al cabo cuentas con la gracia de hacer cortes transversales en el tiempo. Accedes a lo visible, desde dentro, fabricando desiertos que hipnotizan el dolor. Un pensamiento se detiene entre ti y el universo. Olvidas nombrar. En el fondo, las preguntas te devuelven la inocencia; como un don desciende hasta ti, esa palabra que permite conocer de nuevo. No siempre es lícito decir, pero en suma, ese es el momento: la creación, un instante desierto, justo en medio de la maravilla de lo simple.
DELIRIO
a Melanconia/Giorgio de Chirico
ENTRADOS EN UN LABERINTO de sombras: espacio volátil que se aparta en la fuga del aire, el eco de sonido, que es búsqueda y espejo, me persigue. Espero silente, su dibujo en este lugar olvidado es el trazo de los trenes del desierto que nadie ha visto. ¿Soy la sombra? ¿El cuerpo que da la sombra? ¿Soy quien mira este juego corpóreo de sombra y cuerpo desgajado? ¿Soy quien relata la historia de un ser rostro al juego incorpóreo de esta búsqueda? Un portal de reflejos al que acuden todas las formas reposa en este hilo de las palabras. Tras el fluir de las arenas, el tiempo se ha instalado en los caminantes, son otros los temblores de su imagen.
DON DE ELUDIR
Caen sobre los días como alud
imágenes que figuran personajes extraviados
entre pasajeros y andantes,
buscando una sola boca que me nombre.
Esa boca mía y tan ajena, en las bocas que desea,
oculta tras la máscara del tiempo, para dibujar mi carne.
Extravío silencios entre los dedos,
dejo que vuelen hechos poema, una y otra vez.
Desde entonces se ha hecho un misterio la presencia,
levemente, un vacilar de sombras tras el incendio
adivinan los escombros,
cubren con abismos el límite de luz de los instantes.
Advierto una palabra a punto de caer al precipicio
a punto de ser un destino en la penumbra
y estos ojos vuelven, lejos de la orfandad de mi cuerpo, al horizonte.
Dice ELUDIR y me abandona.